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imagen vía: fancueva.com |
...La voz maquinal de María seguía
llenando todo el espacio, como si el universo entero girara en torno suyo.
—Ya no hubo boda, tampoco finales de
carrera, ni niños más tarde…
Después fue remitiendo el hedor. No
del todo, pero sí lo suficiente para permitir una atmósfera que pudiera
respirarse. Giré la cabeza, con miedo a descubrir un nuevo cambio en el aspecto
de María. En efecto, no paraba de transformarse. Ya se había deshinchado y
presentaba una apariencia mustia. Los tendones del cuello sobresalían como
cuerdas tensas. Sus carnes se estaban consumiendo y las primeras arrugas hacían
acto de presencia. Volví la vista a la carretera. Ella seguía oyéndose hablar.
—Mi madre también tenía ilusión con la
celebración de mi boda. Siempre decía que hacíamos buena pareja. Incluso tenía
una foto nuestra encima del televisor. Se debió de quedar muy triste. Las
locuras, por desgracia, a veces cuestan caras, y no solo afectan a quienes las
comenten, los que les rodean también pagan un alto precio por algo en lo que no
han intervenido. No lo olvides nunca, cuando caemos, casi nunca lo hacemos
solos, arrastramos en nuestra caída a todos aquellos que nos quieren. Si
dejáramos de ser tan egoístas, si pensáramos alguna vez en los demás,
evitaríamos muchos momentos amargos.
Le eché una mirada por el rabillo del
ojo. No me atrevía a verla cara a cara. Su aspecto, siempre cambiante, podía
ofrecerme horrores inimaginables. Por encima de todo existía aquella
proximidad. ¡Estábamos a solo unos centímetros uno del otro!