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imagen vía: hdfondos.eu |
—Vamos a llegar muy tarde —se quejaba
Leandro.
—No seas agonías —dijo Ismael mientras
le miraba divertido—. Vamos a la fiesta de cumpleaños de un niño, ¿qué más dará
que lleguemos una rato antes que después? Cuando inflemos las gomas y los críos
den cuatro saltos, todo estará tranquilo. Ya lo verás.
—Pero
así no son las cosas. Estamos empezando, y si ya en los primeros trabajos nos retrasamos,
vamos a coger mala fama. Y ese es mal asunto con la crisis que atravesamos.
—Si
no te quito la razón, pero cómo voy a correr más con la niebla que hay. Además,
este camión es inmenso, y ya ves la carretera que llevamos, que apenas cabemos
por ella.
—Si
hubiéramos salido antes…
Ismael
le miró y le dio a la cabeza. En ese instante, oyó la voz desesperada de Leandro.
—¡Frena!
¡Por Dios, frena, que te lo llevas por delante!
Ismael
giró la cabeza a tiempo de ver al sujeto delante del parabrisas. Pisó con fuerza
los pedales del freno y del embrague. Pero la figura desapareció por debajo del
frente del camión.