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Imagen vía: ps3xlavena.blospot.com |
...una noche, al escuchar las pisadas en el corredor, llegué hasta la puerta de mi habitación y la abrí a cuchillo. No tenía frío, pero estaba temblando de miedo. El viento aullaba en el exterior, ocasionando verdaderos estragos en los aleros de los tejados y ajetreando las copas de los árboles. La lluvia arremetía contra los cristales de las ventanas a ráfagas intermitentes y violentas. Vi a papá avanzar con paso lento pero decidido. No se apreciaba bien si tenía o no los ojos abiertos. Todo estaba a oscuras, a excepción hecha de un tímido resplandor que extendía una luz tenue por la cocina, y que a través de cuya puerta, abierta de par en par, esclarecía el pasillo. El resplandor se debía a la luz que entraba por la ventana, procedente de una farola instalada en la acera de la calle. Papá iba de espaldas a la luz. Diría que iba traspuesto, como si nada de lo que le rodeaba le importase lo más mínimo. Parecía que obedeciera una orden superior a todo lo que se puede solicitar en
Sentí un miedo terrible a pesar de no
ver con claridad la expresión de su rostro. Un miedo que se intensificó cuando
vi a mi abuela salir de su habitación e ir tras él. Llevaba puesta una bata
blanca que le caía hasta los pies. Su pelo estaba alborotado, y su cara, vieja
y arrugada, parecía contraída por una mueca de amargura.