![]() |
imagen via: elpensante.com |
...Había un hombre junto al lavabo,
ataviado con el pijama característico del hospital. Estaba situado de espaldas,
silencioso, como si le esperara. Esa fue la impresión que le dio a Israel,
porque le parecía increíble que se pudiera utilizar el baño con la luz apagada,
sin el más mínimo reflejo con el que ayudarse.
—¡Diablos! ¿Qué hace usted aquí?
—profirió sobresaltado, exhalando un gemido ronco que se propagó de manera
siniestra por todos los rincones de la habitación.
—En mal momento has venido, amigo —dijo
el desconocido con una voz pegajosa, que parecía flotar en el aire, al tiempo
que se giraba con la mayor parsimonia del mundo, como si esperara que el recién
llegado tomara conciencia plena de su presencia.
Otro nuevo escalofrío recorrió la
espina dorsal de Israel cuando vio que el rostro del extraño estaba pálido como
la cera y tenía una enorme herida supurante que le recorría la práctica
totalidad de la mejilla izquierda. El ojo de ese lado estaba negro y cerrado
como en un guiño exagerado. El derecho parecía mirar más allá de él cuando le
enfocaba, como si su mente estuviera absorta en profundos pensamientos, o más
bien como si le costara hallar la manera de expresarse. También había una venda
tapando la cabeza. Por la parte inferior de la gasa, hacia el centro de la
frente, descendía un hilo de sangre seca.
—¿Quién diablos es usted? —exclamó
Israel al darse cuenta de lo que sugería el horrible color de aquella cara
mutilada.
En un gesto instintivo, como si su
cerebro reaccionara a las voces, volvió la cabeza en dirección a su esposa ante
el temor a que despertara. Pero ella seguía durmiendo. Esto provocó que un
ligero alivio buscara aposento allí donde el miedo irracional que le producía
la visión del intruso hacía tambalearse la escasa calma que aún le quedaba.
Pero no lo encontró.
El desconocido le miró a los ojos,
como si lo estudiara.
—¿Quién es usted, por el amor de Dios?
—volvió a preguntar Israel, ahora en un tono mucho más comedido, destinado a
preservar a su mujer de aquella horrenda visión.
—Digamos que vengo a ponerte al día de
tu situación.
—¿Qué demonios quiere decir con eso?
El individuo dio un paso al frente.
—Quítate de ahí —dijo, levantando una
mano en ademán de intentar apartarle para salir del aseo.
Sus movimientos eran torpes, lentísimos.
Israel sintió un estremecimiento
cuando aquellos dedos fríos le rozaron la mano. Se hizo a un lado, dando un
pequeño salto que disparó el dolor de su pecho. Emitió un gemido ahogado y miró
otra vez a su esposa, con el secreto deseo de que aquellos extraños
acontecimientos que ocurrían no terminaran al fin por despertarla.
El intruso salió a la habitación,
indiferente al gesto de repulsa que su contacto había provocado en Israel.
—Acompáñame —dijo con voz sofocada,
dirigiéndose con pasos cortos y pesados hacia la puerta que daba al pasillo.
Israel
le miró perplejo y asustado. Si todo hacía presagiar que aquel hombre estaba en
el último aliento de su vida, suponiendo que aún le quedara vida, ¿cómo podía
estar allí? ¿Y qué estaba haciendo?...
No hay comentarios:
Publicar un comentario