sábado, 4 de marzo de 2017

LOS ANFITRIONES

imagen vía: paranormalfearguate.worpress,com

...Se escucharon pasos por el corredor. A continuación, alguien subió por la escalera, cuyo pie, según habían podido observar al abandonar la sala de estar, estaba a no más de un metro y medio del cuarto que ellas ocupaban. Siguieron calladas, convencidas de que los ancianos se retiraban a su habitación. Poco después oyeron el chirrido de unas bisagras. La puerta fue cerrada al momento. Cuando todo parecía que iba a quedar en el silencio más absoluto, comenzaron a oírse unos gemidos apagados por la distancia. No se podía apreciar si estos sonidos provenían de un animal o si eran emitidos por una persona. Tenían un tono fiero, pero algunas notas se empeñaban en hilar palabras que, de momento, resultaban incomprensibles. Y al fin, por encima de aquel ambiguo parloteo, se elevó una voz clara, que llegó a los oídos de las chicas con notable nitidez.
—Sabes que tenemos visita, ¿verdad? Pero debes tranquilizarte. Son dos chicas estupendas, y muy guapas. Tendrías que conocerlas. Estoy segura de que te iban a gustar.
—Es Juana —murmuró de pronto Gloria, con un asomo de miedo—. ¿Con quién estará hablando?

—No tengo ni idea. Aunque parece que con un animal, ¿no? —la voz insegura de Eva dejó entrever que sus pensamientos podrían ser muy distintos a sus palabras.
Los sonidos guturales, o los gruñidos, seguían llegando a trasvés de puertas y paredes, como el rumor de un río subterráneo. Y la voz de Juana, ahora más apagada, continuaba oyéndose en el mismo tono tranquilizador.
—Es raro que tengan animales en la planta de arriba —susurró Gloria cuando calló la anciana, con un hilo de voz que denunciaba su inquietud—, ¿no te parece?
—Es cierto, aunque es justo reconocer que ellos mismos son muy raros. ¿Cómo si no iban a vivir en la época que corre como si estuvieran anclados cincuenta años atrás en el tiempo?
—Es probable que les guste esta forma de vida —aventuró Gloria sin convencerse—. Eso es lo que dicen, ¿no? A fin de cuentas son ancianos y puede que estén acostumbrados a vivir así.
—U obligados a vivir así.
Gloria meditó durante algunos segundos.
—También puede ser.
—En realidad, a mí no me disgusta este modo de vida, pero pienso que hay cosas en la actualidad que pueden ser compatibles con él, e incluso resultan imprescindibles para que la gente se sienta integrada en esta sociedad, de la que, por ingrata que nos resulte a veces, no podemos desvincularnos por completo, y menos aún cuando se trata de personas tan mayores. ¿Qué me dices, por ejemplo, del teléfono o de la electricidad?
—Quizás tengas razón. La verdad es que son un poco raros.
—Pero son encantadores.
—Eso también es verdad —concluyó Gloria.
La puerta de arriba se oyó de nuevo y unos pasos suaves descendieron por la escalera.
Cuando Juana se retiró a su habitación, el silencio volvió a la casa. Un silencio de noche de invierno. Un silencio de montaña. Un silencio de nieve...


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