sábado, 4 de febrero de 2017

ALMAS ERRANTES

imagen via: elpensante.com
...Había un hombre junto al lavabo, ataviado con el pijama característico del hospital. Estaba situado de espaldas, silencioso, como si le esperara. Esa fue la impresión que le dio a Israel, porque le parecía increíble que se pudiera utilizar el baño con la luz apagada, sin el más mínimo reflejo con el que ayudarse.
—¡Diablos! ¿Qué hace usted aquí? —profirió sobresaltado, exhalando un gemido ronco que se propagó de manera siniestra por todos los rincones de la habitación.
—En mal momento has venido, amigo —dijo el desconocido con una voz pegajosa, que parecía flotar en el aire, al tiempo que se giraba con la mayor parsimonia del mundo, como si esperara que el recién llegado tomara conciencia plena de su presencia.

Otro nuevo escalofrío recorrió la espina dorsal de Israel cuando vio que el rostro del extraño estaba pálido como la cera y tenía una enorme herida supurante que le recorría la práctica totalidad de la mejilla izquierda. El ojo de ese lado estaba negro y cerrado como en un guiño exagerado. El derecho parecía mirar más allá de él cuando le enfocaba, como si su mente estuviera absorta en profundos pensamientos, o más bien como si le costara hallar la manera de expresarse. También había una venda tapando la cabeza. Por la parte inferior de la gasa, hacia el centro de la frente, descendía un hilo de sangre seca.
—¿Quién diablos es usted? —exclamó Israel al darse cuenta de lo que sugería el horrible color de aquella cara mutilada.
En un gesto instintivo, como si su cerebro reaccionara a las voces, volvió la cabeza en dirección a su esposa ante el temor a que despertara. Pero ella seguía durmiendo. Esto provocó que un ligero alivio buscara aposento allí donde el miedo irracional que le producía la visión del intruso hacía tambalearse la escasa calma que aún le quedaba. Pero no lo encontró.
El desconocido le miró a los ojos, como si lo estudiara.
—¿Quién es usted, por el amor de Dios? —volvió a preguntar Israel, ahora en un tono mucho más comedido, destinado a preservar a su mujer de aquella horrenda visión.
—Digamos que vengo a ponerte al día de tu situación.
—¿Qué demonios quiere decir con eso?
El individuo dio un paso al frente.
—Quítate de ahí —dijo, levantando una mano en ademán de intentar apartarle para salir del aseo.
Sus movimientos eran torpes, lentísimos.
Israel sintió un estremecimiento cuando aquellos dedos fríos le rozaron la mano. Se hizo a un lado, dando un pequeño salto que disparó el dolor de su pecho. Emitió un gemido ahogado y miró otra vez a su esposa, con el secreto deseo de que aquellos extraños acontecimientos que ocurrían no terminaran al fin por despertarla.
El intruso salió a la habitación, indiferente al gesto de repulsa que su contacto había provocado en Israel.
—Acompáñame —dijo con voz sofocada, dirigiéndose con pasos cortos y pesados hacia la puerta que daba al pasillo.

            Israel le miró perplejo y asustado. Si todo hacía presagiar que aquel hombre estaba en el último aliento de su vida, suponiendo que aún le quedara vida, ¿cómo podía estar allí? ¿Y qué estaba haciendo?...

No hay comentarios:

Publicar un comentario