sábado, 21 de enero de 2017

EL NOVIO DE SAMANTA

           
imagen vía: codigoespagueti.com
          Samanta caminaba despacio por una sala en penumbra. Aquí y allá, dispuestas sin ningún orden aparente, se veían varias peanas donde descansaban enormes frascos de cristal. Dentro de estos, sumergidas en formol, había cabezas humanas. Eran de mujeres morenas, con el pelo muy largo, seguro que en vida les llegaba a la cintura. En la base de cada frasco, una lámpara que proyectaba una luz tenue dotaba a la cabeza de un fulgor azulado que le daba un aspecto horrible.
            Le resultaba insufrible observar aquellas caras tristes, cercenadas en la flor de la vida, mudos testigos de la crueldad gratuita que a veces guía los pasos del hombre. Aun así, había algo que tiraba de ella, era como un hilo invisible, que la arrastraba hacia el final de aquella colección macabra. Y allí estaba, clausurando una estampa que parecía surgida del averno, el último frasco, la adquisición más reciente: su propio rostro mirándola desde las profundidades del líquido odioso.  
            Estaba sudando a mares cuando despertó. Las últimas imágenes de la pesadilla flotaban a su alrededor mientras se diluían en el vacío.

sábado, 7 de enero de 2017

NO ESTAMOS SOLOS



imagen vía: debeverse.com
...Era una tarde mustia de finales de julio. Un sol abrasador perlaba de sudor las frentes de las numerosas personas que se habían dado cita para asistir a la trágica ceremonia. Durante unos minutos permanecí distante, casi ausente, de aquella directísima relación que me unía a aquel acto de pesadilla. Tan turbado me sentía, que tenía la sensación de que todo aquel asunto no iba conmigo.
Ojeé en mi entorno, un poco sobrecogido por la multitud que nos rodeaba a mi familia, al sacerdote y a mí. Aquí y allá, el sol arrancaba destellos del pulcro mármol de las lápidas. Algunos cegaron mis pupilas.

domingo, 1 de enero de 2017

¿HAS VISTO A MANUELA?


imagen vía: tarina.net
...Llegué a casa bastante tarde, y debo reconocer que no alcancé a descubrir la alegría que debía despertar mi presencia en el ánimo de mis padres, al menos así lo pensaba yo. Era indudable que existía un problema. También, que no tardaría mucho tiempo en enterarme de lo que estaba pasando.
—Es esa amiga tuya, Claudia —dijo mi madre como si me acusara de algo que en aquellos momentos ignoraba—. Va por ahí, de noche, recorriendo las calles y deteniéndose a tocar en cada casa. Está haciendo insoportable la vida en este pueblo.
—¿Qué me estás diciendo, madre?
Me cogió por los hombros al ver mi estado de asombro y me zarandeó para que pusiera atención a sus palabras.
—Tú eras amigo de ella. ¡Intenta liberar al pueblo de esta maldición!
—¡Por el amor de Dios, madre, no entiendo lo que me estás diciendo! ¡Ella está muerta! Tú misma me lo dijiste —sin darme apenas cuenta, fui elevando el tono de voz a medida que la ira crecía dentro de mí—. ¿Es que no la vais a dejar nunca descansar en paz?
—Esta noche entenderás lo que estoy diciendo —sentenció.