domingo, 25 de diciembre de 2016

CENA DE NOCHEBUENA


—Papá —dijo David, mirando a su padre con ojos de súplica—, ¿vendrá mamá a cenar con nosotros? Tengo muchas ganas de verla.
Pedro se acercó al niño, se agachó junto a él y le apretó con fuerza. En todo momento procuró que su hijo no viera la angustia en sus ojos, aquellas lágrimas que brillaban como perlas en sus pupilas.
—No creo que... que pueda, hijo mío. No va a ser posible.
—No seas pesado —intervino Aurelia, que en esos momentos entraba en el salón cargada de platos y cubiertos—; ya sabes que está enferma. Cuando mejore, podrá venir a casa, pero ahora la están cuidando en el hospital.
—Eso es. Tu hermana tiene razón. Cuando mejore le darán el alta y vendrá con nosotros.
—Pero se va a perder los regalos de esta noche. Yo quiero ir a verla al hospital.
—Lo siento, David, pero los médicos han dicho...
No pudo aguantar más, y apartándose de su hijo salió del cuarto, en un intento de que su llanto desolado no inundara de tristeza la habitación.
—¿Por qué no me ayudáis a poner la mesa? —inquirió Aurelia, ajena al episodio de dolor que vivía su padre.

sábado, 10 de diciembre de 2016

LA INVITACIÓN


imagen vía: todocoleccion,net
...—Oye... —dijo Enrique, tan de improviso que le asustó.
—¿Qué…? ¿Qué dices? —preguntó Daniel.
—Quiero que sepas que me caso a finales del mes que viene. Me gustaría, si no tienes nada mejor que hacer ese día, que vinieras a mi boda.
—Si esto es una invitación formal, iré.
—Lo es, pero de todos modos te enviaré una tarjeta.
—De acuerdo.
—Tú también estás invitado —añadió Enrique, extendiendo el brazo hacia atrás y golpeando la tapa del ataúd, mientras observaba divertido la mirada de desaprobación que le dirigía Daniel—. Que no se te olvide. Y disculpa que no pueda mandarte a ti otra tarjeta. La verdad es que no sabría qué dirección poner en el sobre —concluyó riendo.
—¿No crees que te estás pasando un poco? —le reprochó Daniel.
—¿Por qué? ¿Es que él no tiene derecho a divertirse? ¿Te imaginas la que se iba a liar si se presentara en el banquete? ¡Esa sí que iba a ser gorda! —volvió a reír mientras giraba la cabeza hacia atrás—. Además, si te portas bien, después de que me haya casado podrás ir a cenar a mi casa siempre que te apetezca. ¿Entendido? Allí te esperaré.

sábado, 26 de noviembre de 2016

EL CASTILLO HINCHABLE


imagen vía: hdfondos.eu
—Vamos a llegar muy tarde —se quejaba Leandro.
—No seas agonías —dijo Ismael mientras le miraba divertido—. Vamos a la fiesta de cumpleaños de un niño, ¿qué más dará que lleguemos una rato antes que después? Cuando inflemos las gomas y los críos den cuatro saltos, todo estará tranquilo. Ya lo verás.
            —Pero así no son las cosas. Estamos empezando, y si ya en los primeros trabajos nos retrasamos, vamos a coger mala fama. Y ese es mal asunto con la crisis que atravesamos.
            —Si no te quito la razón, pero cómo voy a correr más con la niebla que hay. Además, este camión es inmenso, y ya ves la carretera que llevamos, que apenas cabemos por ella.
            —Si hubiéramos salido antes…
            Ismael le miró y le dio a la cabeza. En ese instante, oyó la voz desesperada de Leandro.
            —¡Frena! ¡Por Dios, frena, que te lo llevas por delante!
         Ismael giró la cabeza a tiempo de ver al sujeto delante del parabrisas. Pisó con fuerza los pedales del freno y del embrague. Pero la figura desapareció por debajo del frente del camión.

sábado, 12 de noviembre de 2016

EL VELATORIO



imagen vía: pueblonuevosomostodos.blogstop.com

...La verdad es que estaba cansado, desvelado y solo. Aquel sentimiento de amistad que horas antes hubiera jurado que me unía a Damián se perdía entre la masa gelatinosa en que se habían convertido mis pensamientos en mi mente fatigada. Ya no veía a Damián como un amigo íntimo, y mi presencia allí dejó de revelárseme como un acto de generosidad, para convertirse en la fanfarronada propia de quien pretende hacer valer su condición de hombre indispensable en situaciones delicadas, haciéndose cargo de las circunstancias como si nadie más pudiera hacerlo.
La voz de Sandra cortó estos desvaríos.
—¡Mamá! ¡Mamá! —sus palabras llegaron nítidas, retumbando en el silencio apacible de la casa.
Mientras me recuperaba del sobresalto, volví a oírla.
—¡Mamá! ¿Dónde estás, mamá?
Percibí en el tono de su voz un profundo deje de tristeza. Y casi al instante comenzó a llorar.
—¡Mamá! ¡Mamá!
Aunque en esos momentos no pensé en ello, más tarde me resultaría sorprendente que María no despertase con los gritos de la niña. Al día siguiente me confesaría, con un asomo de culpabilidad, que había tomado tranquilizantes para relajarse y poder descansar. No la culpé por eso, ya que, por lo que pasó a continuación, fue lo mejor que pudo hacer.
Fui a levantarme para atender la llamada de Sandra, cuando una voz cavernosa sonó con fuerza en la misma habitación donde yo estaba.
Ya voy, Sandra. ¡No llores!
Quedé aturdido durante unos instantes, sin comprender lo que ocurría en realidad, sin poder ni querer aceptar la única respuesta que la lógica me ofrecía. Si estábamos dos personas en el interior de la alcoba, y yo guardaba silencio…

sábado, 29 de octubre de 2016

TÚ Y YO, POR SIEMPRE.


imagen vía: youtube.com
—Discúlpame, cariño, si no te he tratado con toda la delicadeza que mereces, pero es que a veces los deseos se vuelven incontrolables.
Julián se situó frente a la ventana que daba al espacioso jardín. Se veía muy abandonado, pero a él le daba igual. Casi podría decirse que le gustaba más así: lleno de hierbajos y arbustos sin podar; la Naturaleza en estado puro. Incluso se veían flores de aspecto delicado y bellos colores que no habrían estado ahí de haberse cuidado como Dios manda. Ahora, bajo aquella fina llovizna y el cielo plomizo, tenía un aspecto espectacular. Parecía que estuviera en plena selva, sin cortes milimétricos, sin espacios bien delimitados, sin que cada planta ocupara su sitio exacto, como nos gusta a los humanos, como si nuestra creación superara a la que ha perdurado durante millones de años y que nosotros nos empeñamos en destruir día tras día.  
            —No sabes cuánto he ansiado este momento. El momento en que estuvieras conmigo, ahí sentada, disfrutando como yo de este día maravilloso —continuaba diciendo de espaldas a ella, contemplando la lluvia serena que caía sin cesar—. Me hizo mucho daño que te enamoraras de Roberto, tengo que reconocerlo. Y que hicieras planes de boda con él. Eso terminó casi por anular mis últimas esperanzas.  

domingo, 16 de octubre de 2016

LA CARRETERA INFERNAL


imagen vía:youtube.com
...Lo vio por el rabillo del ojo. Aunque solo fue una visión fugaz, la sugerencia que podía extraer de la lógica no se hizo esperar. Y esto hizo que la alarma saltara en su cerebro y golpeara su mente con una fuerza demoledora. Se olvidó de los vehículos, del camarero y de todo. Y toda la capacidad de su mente se concentró en aquel inocente balón que rodaba descontrolado, llegando a la calzada. En los instantes siguientes, la escena que había intuido se presentó con toda su crudeza. Un niño de corta edad corría tras el balón, despreocupado, ajeno a la magnitud del peligro que se le venía encima. David clavó sus ojos en él con una fuerza y una desesperación vivas. Se diría que intentaba quitarlo de su camino con la sola fuerza de su mirada. Pero su mirada no bastó, y el niño siguió corriendo.
De algún lugar de la terraza sonó un grito desgarrado. En ese instante, bien alertado por el grito, o tal vez por el rugido del camión, el niño giró la cabeza. Estaba justo enfrente de David. Sus miradas se cruzaron en un momento agónico, desesperado. Por un segundo interminable se quedaron solos en el mundo, frente a frente el reo con el verdugo.
Los ojos del niño reflejaron su horror con todo el dramatismo de saber que había hecho algo terrible e inapropiado, ante lo que resultaba imposible retroceder, algo irreparable, que lo aproximaba a toda prisa a su momento último.
David vivió el instante sumido en la soledad más angustiosa, consciente de que todo cuanto hiciera sería inútil. Solo un infructuoso intento de cambiar un destino que se empeñaba en volverle la espalda. De sobra sabía él que aquella situación marcaría un antes y un después en su corta vida. Que le llevaba en volandas hacia un después horrible, que de ninguna manera quería conocer. En cierto modo se sintió identificado con el niño. Sus miradas se hicieron cómplices, porque ambos estaban seguros, por encima de toda duda, de que un cambio radical, sin marcha atrás, iba a producirse en sus vidas.
Como era de esperar, el pedal del freno fue impulsado hasta el fondo con una virulencia extrema. De esta forma, David se aferraba con desesperación a la única posibilidad que tenía a su alcance para evitar el fatal desenlace. Completó su acción dando un volantazo a la derecha. El camión dio un giro brusco, pero tardío. Y el joven vio con incredulidad cómo el niño desaparecía por la parte inferior del parabrisas. Después, sin saber de dónde logró extraer la serenidad, se vio obligado a rectificar la maniobra para no saltar por el precipicio. El camión dobló en el momento justo, cuando el paragolpes rozaba la valla protectora, y se alejó de la explanada, bamboleando de forma aparatosa en medio de un fuerte rechinar de frenos y neumáticos. Al final se detuvo.
Con dedos temblorosos y el corazón latiéndole de manera febril, David paró el motor y se apeó del vehículo, y se vio rodeado, casi asediado, por sombras siniestras y amenazantes. Miró hacia atrás y no vio otra cosa que una oscuridad ominosa.
Su mente era una mole de confusión y temor cuando subió al estribo del camión en busca de la linterna. Inspeccionó palmo a palmo la calzada sin encontrar nada, ni niño, ni balón. Y la terraza se presentó a sus ojos como un abismo negro y sobrecogedor. El poderoso haz de la linterna abrió una herida en la oscuridad cuando barrió toda la explanada. No vio coches. No había nada.
Y la siniestra fachada del Bar Rosa proporcionó una nueva dimensión a su particular mundo de horrores.
Avanzó con paso lento, pisando los pequeños cristales de hielo que comenzaban a formarse justo antes de clarear, y que terminarían, más tarde, constituyendo una formidable alfombra de escarcha.
El letrero con la inscripción del nombre del bar se había desprendido de un ángulo y se balanceaba impulsado por una brisa ligera que parecía arrancarle un lamento agónico y prolongado...


domingo, 2 de octubre de 2016

FEDERICO

         
imagen vía: jpeg pinterest.com
       La historia que hoy os cuento sucedió hace bastantes años en un pueblo de la sierra.
      Era una época en que la falta de vehículos y otros elementos que favorecen una buena comunicación propiciaba que las personas se sintieran solas ante cualquier problema que se presentara. Solo se tenían los unos a los otros en esos pueblos aislados que jalonaban la asfixiante paz de las montañas. Por este motivo, la gente era temerosa, consciente de su propia vulnerabilidad, y esto hacía que la superstición aflorara en un mundo escaso de recursos para afrontar su aflicciones, lo que les hacía sentirse pequeños y a merced de los avatares de unos tiempos muy exigentes.
            Federico, el panadero del pueblo, como tantos otros de su oficio, alimentaba el horno con leña del monte, de ese pino que tanto abundaba. Como buen ciudadano, elegía los árboles secos para no hacer daño al bosque, o, en su defecto, algunas ramas bajas que cortaba con buen juicio, llevando a cabo un poda que el árbol agradecía.
            Existía un dicho que hacía referencia a los días festivos más señalados, "tres días tiene el año que brillan más que el sol: Viernes Santo, Corpus Christi y día de la Ascensión", o algo así. Eran días en los que no se debía trabajar, solo se dedicaban a la oración y el recogimiento, a agradecer a Dios por mantenerles con vida en un entorno hostil donde nunca llegaba ayuda de afuera. También se permitía acudir a la taberna a echar un buen trago de vino.

domingo, 18 de septiembre de 2016

CRIATURAS DE LAS SOMBRAS


Imagen vía: revistavocesdelmisterio.wordpress.com

...Otra vez, las criaturas misteriosas de las sombras trataron de arrastrarlo consigo. Un terror frío lo paralizó cuando comprendió el fin que perseguían.
Apareció una tercera figura desde la oscuridad profunda de su conciencia. En la parte superior derecha de la frente tenía una herida abierta, a través de la cual rezumaba parte de la masa encefálica formando grumos, producto del aplastamiento de la caja craneal. Los coágulos le tapaban el ojo y parte del pómulo. El resto de la cara, o lo que quedaba de ella, estaba bañado en sangre que le goteaba sobre el pecho, detrás de una maraña de pelo enredado.
Con aquel ojo visible le dirigió una mirada impersonal, indiferente, carente de vida.
Eduardo se estremeció de pies a cabeza. A través del cabello enmarañado que medio ocultaba el rostro del recién llegado, consiguió reconocer aquel ojo que le miraba sin emoción.
Unas ganas enormes de gritar hicieron que un dolor irracional emergiera desde las profundidades de su pecho acompañando al aire que portaba su voz. Y gritó. Logró que una mezcla informe de voz humana y alarido desgarrado por el sufrimiento que sacudía todo su cuerpo irrumpiera en su garganta con una fuerza desmedida.
—¡Silvia! ¡Oh, Dios mío, Silvia!
Ella no prestó atención a sus palabras y se unió a ellos, a los que le acosaban, a aquellos que, ya no le quedaba ninguna duda, pretendían arrebatarlo a este mundo.

sábado, 3 de septiembre de 2016

AMOR DE MADRE











imagen vía: biobrafíasyvidas.com
             No cabe duda de que el amor de una madre es lo más grande que existe. Es desinteresado, no tiene horarios, ni momentos de debilidad. A una madre se le puede pedir cualquier esfuerzo, que siempre estará ahí para corresponder en la medida de sus posibilidades con una sonrisa en los labios.
            De un padre también se puede esperar mucho, pero a diferente nivel. Ignoro si es por el tiempo que el niño pasa en el vientre de la madre, quizá por los lazos que se desarrollan mientras la lactancia, acaso porque cientos de miles de años de evolución así lo han querido, o... vaya usted a saber por qué, yo no soy un erudito en esto. Lo cierto es que entre ambos, madre e hijo, se establecen unos vínculos que se proyectan en el tiempo hasta la eternidad. Basta con ver a un chaval en una situación problemática, sobre todo si teme por su vida, para ver cómo la primera palabra que evoca es mamá. Algo querrá decir esto.
           
            Siempre he tenido una relación magnífica con mi madre. En particular, a partir de la muerte de papá, que se produjo cuando yo era un renacuajo de cinco o seis años. Él dejó un gran vacío entre nosotros, especialmente en mamá, que se volcó en mí a partir de ese momento; creo que temía que pudiera ocurrirme algo y perder así el único soporte que le quedaba en esta vida. Cuántas veces, abrazándome, la habré oído suspirar: "Hay, hijo mío, eres todo lo que tengo en el mundo. Si te pasara algo, no sé lo que haría".
           También tengo que reconocer que me ha protegido demasiado. Y esto propició que creciera dentro de una burbuja que no me permitía relacionarme con plenitud con los demás niños. Siempre la tenía encima. No cojas frío, no te subas ahí, no corras que te vas a caer..., y mil cosas por el estilo que hicieron de mí un muchacho débil y solitario que no estaba nunca a la altura de lo que mis amigos esperaban de mí.
            Con el paso del tiempo, su supervisión iba en aumento. Incluso recuerdo una conversación que tuve con ella hace años, cuando mi juventud ya había pasado al recuerdo.
            —Mamá —le dije, con motivo de su preocupación por mi futuro, pues me echaba en cara que no acertaba a la hora de elegir una pareja adecuada—, ¿qué pega le pones a esta?
            —No sé, hijo mío, no acaba de gustarme.
            —Que voy a cumplir cincuenta años..., que se me está pasando el arroz...
          —Ay, no me presiones. Con esas cosas no se corre. Además, hay mucho donde elegir. Si te fijas, por cada viudo se ven quince viudas.
            —¿Y para qué quiero yo una viuda? No es que tenga nada en contra de ellas, pero si pudiera ser soltera...
            —¡Claro!, y encima la querrás virgen, ¡no te fastidia!, con la edad que tienes ya.
            —Es que, mamá, con lo que me pides que les exija, no voy a encontrar novia.
            —¿Y qué si no encuentras? ¿Dónde vas a estar mejor que en tu casa y con tu madre?
           Y para todo es igual. A cualquier hora de la noche entra en mi dormitorio a taparme, "para que no coja un resfriado", me dice. Cuando salgo de casa, me pregunta veinte veces adónde voy, y me recomienda otras tantas que mire por si me dejo algo olvidado...
         Algunas veces he pensado en irme de casa, pero estoy tan bien aquí... Está siempre tan pendiente de mí, que parece no descansar ni de noche ni de día para que no eche nada en falta, para que esté a gusto y no me aparte de ella.
           Hoy me siento generoso y le he traído un ramo de rosas rojas. Siempre le han atraído estas flores.
            Igual que a mí me gusta ver su nombre en grandes letras doradas, María Isabel Rubio Marín, es precioso.
            Lo que más me desagrada es lo que leo a continuación: Fallecida el 3 de agosto de 1970. Yo tenía 15 años por aquellas fechas.









































lunes, 22 de agosto de 2016

SONÁMBULO

Imagen vía: ps3xlavena.blospot.com

...una noche, al escuchar las pisadas en el corredor, llegué hasta la puerta de mi habitación y la abrí a cuchillo. No tenía frío, pero estaba temblando de miedo. El viento aullaba en el exterior, ocasionando verdaderos estragos en los aleros de los tejados y ajetreando las copas de los árboles. La lluvia arremetía contra los cristales de las ventanas a ráfagas intermitentes y violentas. Vi a papá avanzar con paso lento pero decidido. No se apreciaba bien si tenía o no los ojos abiertos. Todo estaba a oscuras, a excepción hecha de un tímido resplandor que extendía una luz tenue por la cocina, y que a través de cuya puerta, abierta de par en par, esclarecía el pasillo. El resplandor se debía a la luz que entraba por la ventana, procedente de una farola instalada en la acera de la calle. Papá iba de espaldas a la luz. Diría que iba traspuesto, como si nada de lo que le rodeaba le importase lo más mínimo. Parecía que obedeciera una orden superior a todo lo que se puede solicitar en La Tierra.
Sentí un miedo terrible a pesar de no ver con claridad la expresión de su rostro. Un miedo que se intensificó cuando vi a mi abuela salir de su habitación e ir tras él. Llevaba puesta una bata blanca que le caía hasta los pies. Su pelo estaba alborotado, y su cara, vieja y arrugada, parecía contraída por una mueca de amargura.

sábado, 6 de agosto de 2016

EL ARROYO MALDITO

        
imagen vía: eurvi.com

            Es indudable que a veces los niños pueden ser muy crueles. Basta que algo se les meta entre ceja y ceja para llegar hasta el final, sin importarles las consecuencias que sus actos puedan tener. Parece que el sentirse niños es una capa demasiado grande que lo cubre todo, dejándoles libres de responsabilidades. Vamos, que les da igual un ocho que un ochenta.
       Mi infancia transcurrió en un pueblo pequeño. En aquella época formaba parte de una pandilla de seis o siete chavales. Merodeábamos por los alrededores, alborotando todo lo que nos salía al paso. Igual expoliábamos un nido que dejábamos sin renacuajos un tramo del arroyo que corría más abajo del pueblo.
            En nuestra pandilla venía Amador. Patoso, entrado en carnes, con gafas de culo vaso..., era el típico crío que se pasa el tiempo mirando cómo juegan los demás porque estos no ven la forma de integrarle. Cuántos ratos se pasaría llorando porque nadie le elegía en el fútbol ni en ningún otro juego que exigiera un mínimo de habilidad. Bastaba con que te tocara ir con él para que se te quitaran las ganas de jugar.
            No recuerdo por qué la liamos aquella tarde. Sería una de sus torpezas. Lo cierto fue que tuve una fuerte discusión con él y le dije que cuándo nos iba a dejar en paz de una maldita vez. Él se marchó cabizbajo, llorando, y los demás empezamos a reírnos, pensando que nos lo habíamos quitado de encima para siempre.
            Y así fue. Cuando más tarde llegamos al pueblo, su madre nos preguntó por él. Nosotros no sabíamos qué decirle. Pero ella no lo necesitaba, porque estaba al corriente de lo que pasaba con su hijo. Se emprendió la búsqueda de inmediato.
            Encontraron su cuerpo, ahogado, encajado entre dos piedras, en el fondo del río. Por lo visto había caído y las rocas le aprisionaron convirtiéndose un una trampa mortal.           

sábado, 30 de julio de 2016

EL ÁNGEL DE LA GUARDA



imagen vía: fancueva.com
...La voz maquinal de María seguía llenando todo el espacio, como si el universo entero girara en torno suyo.
—Ya no hubo boda, tampoco finales de carrera, ni niños más tarde…
Después fue remitiendo el hedor. No del todo, pero sí lo suficiente para permitir una atmósfera que pudiera respirarse. Giré la cabeza, con miedo a descubrir un nuevo cambio en el aspecto de María. En efecto, no paraba de transformarse. Ya se había deshinchado y presentaba una apariencia mustia. Los tendones del cuello sobresalían como cuerdas tensas. Sus carnes se estaban consumiendo y las primeras arrugas hacían acto de presencia. Volví la vista a la carretera. Ella seguía oyéndose hablar.
—Mi madre también tenía ilusión con la celebración de mi boda. Siempre decía que hacíamos buena pareja. Incluso tenía una foto nuestra encima del televisor. Se debió de quedar muy triste. Las locuras, por desgracia, a veces cuestan caras, y no solo afectan a quienes las comenten, los que les rodean también pagan un alto precio por algo en lo que no han intervenido. No lo olvides nunca, cuando caemos, casi nunca lo hacemos solos, arrastramos en nuestra caída a todos aquellos que nos quieren. Si dejáramos de ser tan egoístas, si pensáramos alguna vez en los demás, evitaríamos muchos momentos amargos.
Le eché una mirada por el rabillo del ojo. No me atrevía a verla cara a cara. Su aspecto, siempre cambiante, podía ofrecerme horrores inimaginables. Por encima de todo existía aquella proximidad. ¡Estábamos a solo unos centímetros uno del otro!

sábado, 23 de julio de 2016

LA PIEDRA DEL MIEDO

imagen vía: pinterest.com
            Cuenta la leyenda que en un pueblo de la Sierra de Alcaraz existe un lugar que se denomina La Piedra del Miedo.
            Debo reconocer que la fuente de donde procede mi información quizá no sea muy fidedigna. Pero todos sabemos lo que ocurre con las leyendas, que se van alterando con el tiempo y, sobre todo, con el boca a boca, que las distorsiona a medida que cada cual les aporta matices de su propia cosecha y, al final, el resultado difiere, y mucho, de la historia inicial.
            No hay que olvidar que a veces un simple chisme, a fuerza de repetirlo acaba por convertirse en realidad, y con el paso del tiempo, en leyenda. Somos así de especiales.
            Con esto quiero decir que los que conozcan la historia quizá encuentren puntos muy distintos a la idea que tienen de ella. De ser así, desde aquí les invito a que nos cuenten su versión, porque, sea cual sea la realidad, no tiene desperdicio.
            Al parecer, La Piedra del Miedo se encuentra en un paraje próximo al pueblo, junto a un camino por donde antiguamente las gentes del campo pasaban para ir a atender sus tierras o sus ganados.
            La historia data de los tiempos en que aún no se conocían los vehículos a motor, de modo que las personas iban a pie, o montadas en bestias de carga, o en carromatos antiguos. Es decir: que su paso era lento y permitía un pleno contacto con las sensaciones que la profundidad de la noche, tras un día agotador, podía transmitirles. Sobre todo en una época en que la gente no estaba tan instruida como ahora y era más vulnerable a los embrujos de la noche.

            Poco después de anochecer, un joven que venía de apacentar su ganado pasó caminando junto a La Piedra del Miedo, una roca escabrosa, dentada, que parecía un monstruo agazapado entre las sombras nocturnas.

sábado, 16 de julio de 2016

ALMAS ERRANTES


 imagen vía: es.ign.com
...Ambos se asomaron al pasillo que recorría la planta a lo largo. Una iluminación discreta, que no interfería en el descanso de los enfermos, permitía a los ocupantes del hospital caminar con libertad. También facilitaba la visión de cuantas personas y objetos había en él.
Y no puede decirse que fuera un alivio para Israel poder ver con claridad a la gente que deambulaba por el corredor. En primer término, recostado en un asiento de cuatro plazas, vio un hombre que parecía dormitar, desmadejado y ajeno al escaso bullicio existente a esas horas de la noche. Iba ataviado con el uniforme propio del hospital. Estaba de espaldas, por lo que Israel no podía determinar el estado físico de su rostro, aunque no se le pasó por alto que mostraba un ligero aplastamiento en el cráneo, en la zona del cogote, por donde aparecía una especie de grumo blanco que le puso los pelos de punta. Miró a “su compañero”, como buscando una explicación, si la había, del estado de aquella presencia muda que yacía en la penumbra, y este se encargó de la correspondiente aclaración.
—Ese hombre murió de un golpe en la cabeza que se produjo aquí, en el hospital.
—¿Qué me está usted contando?
—Una tarde vino acompañando a su esposa, que había cogido la gripe y fue ingresada con el fin de hacerle unas pruebas porque padecía del pulmón. Estando aquí, aquella noche él sufrió un desvanecimiento, pero por lo visto el personal de guardia “estaba demasiado atareado” y tardó una eternidad en atenderlo como la situación requería. Mientras esperaba esa atención que tanto se retrasaba, le dio otro mareo. Al caer, se golpeó la cabeza con el soporte de un asiento, y cuando llegaron los médicos ya era tarde. Ya era portador nocturno de las vergüenzas del hospital. Igual que lo soy yo.

sábado, 9 de julio de 2016

VIAJE A SAN ADRIÁN


Imagen vía blogdealimana.blogspot.com


...La siguiente parada tuvo lugar varios kilómetros más adelante, en una rampa situada tras una curva muy cerrada.

La sensación de pánico volvió a acentuarse ante la evidencia de que nuevas criaturas continuarían ocupando las vacantes del autobús. Y resultaba duro enfrentarse a las espantosas mutilaciones que desfilarían ante sus ojos. No obstante, este temor no mitigó la curiosidad que despertaba en ellos conocer la procedencia de aquellos seres. Se levantaron y se asomaron por los cristales del costado del vehículo que daba al barranco. La incredulidad les hizo abrir unos ojos como platos. 

La estampa que se ofreció ante ellos fue impactante. A su mente aturdida acudió un recuerdo brumoso, que parecía flotar sobre la espeluznante escena que se desarrollaba ante sus ojos. Se trataba de la noticia que ocupara los telediarios de todas las televisiones durante más de una semana un par de años atrás. Un autobús lleno de turistas había sufrido un accidente cuando hacía una excursión al Santuario de San Adrián.

sábado, 25 de junio de 2016

¿BRUJAS EN VIANOS?

imagen via: escalofríos.org

            ...Aquella noche tuve la primera pesadilla.   

            Estaba encerrado en una habitación muy pequeña, que parecía asfixiarme, a oscuras y tumbado boca arriba. Mi corazón latía como si quisiera escapar del pecho.

            Una fuerza exterior me arrastraba sin que yo pudiera evitarlo. Enseguida percibí un golpe fuerte que me estremeció de pies a cabeza. Después, un carraspeo de uñas, seguido de un crujido apagado. Y una luz cegadora me sacó de la tenebrosa oscuridad.        

            Pero no me alegró en absoluto la luz del día, porque vi que cuatro manos callosas retiraban una especie de tapa larga y estrecha, forrada de raso en su parte inferior, y dos caras aparecieron justo encima mío. Estaban llenas de arrugas. Mechones de pelo canoso y sucio escapaban por los bordes de sendos pañuelos negros que cubrían las cabezas, a juego con los hábitos del mismo color que se apreciaban encima de los hombros y en las mangas. No veía más de ellas, solo unos ojos oscuros que me miraban desde el fondo de unas cuencas ponzoñosas.

            Sus miradas, ansiosas, parecían deleitarse contemplándome, como si estuvieran seguras de que yo podría colmar sus anhelos, o su hambre.

            Intenté levantarme para huir, pero me di cuenta de que no podía moverme, aunque sí me notaba en condiciones de percibir lo que ocurría a mi alrededor, pues vi cómo sus manos hurgaban en mis ropas, desgarrándolas a la altura de mi vientre.

            Con un esfuerzo sobrehumano, conseguí levantar la cabeza para ver qué estaban haciendo. Y de súbito quedé paralizado de terror al ver que lanzaban las uñas hacia mi vientre blanco e indefenso. En ese mismo instante, un dolor insoportable me convulsionó de pies a cabeza.

            Fue entonces cuando desperté.


sábado, 11 de junio de 2016

EL AMANTE


imagen vía: taringa.net
...Le resultaba imposible continuar con los ojos abiertos. Sin darse cuenta, su cuerpo fue escurriéndose bajo las sábanas. Al sentirse acunada por el confortable calor de las ropas, su mente perdió el apoyo que le proporcionaba el fresco ambiente nocturno y no fue capaz de seguir concentrada en sus pensamientos. Y estos se fueron diluyendo en el vacío, como se fue diluyendo su resistencia. 

Los primeros trazos de la pesadilla comenzaron a dibujarse con extrema delicadeza. Algo parecido a una leve luminiscencia fue adquiriendo intensidad, surgiendo de la pared que separaba el dormitorio del trastero. Era ligero como una gasa, de colores y contornos imprecisos. Después se fue concretando, y tras unos breves segundos se fraguaron unos perfiles bien definidos.

Vio que se trataba de una figura humana de baja estatura y complexión fuerte, que muy despacio se fue materializando hasta adquirir un realismo sobrecogedor, y espantoso, refulgiendo en la oscuridad de la habitación. Los ojos se veían saltones en aquel rostro enjuto, de piel arrugada y pastosa, de un color sucio, desnaturalizado; falto de vida. Los labios, exiguos, permitían ver unos dientes amarillos, dibujando una sonrisa insinuante y maliciosa. Las manos caían pesadas a los lados de un cuerpo flácido y putrefacto. Las piernas, frágiles, se arqueaban de modo grotesco, sosteniendo a aquella criatura demencial.

Sin embargo, en medio de aquel caos orgánico, algo destacaba con intensidad de aquel despojo humano. Altivo, arrogante, rebosante de energía, pleno de vida y poder, con la conciencia propia de quien se sabe el centro de todo cuanto le rodea, se alzaba majestuoso, enhiesto como el mástil de una bandera, el miembro viril del malogrado Román.

Ella lo vio venir en su busca. Leyó la lujuria en sus ojos ominosos. Sin pensarlo, se hizo un ovillo y se tapó la cabeza con las sábanas y… luchó en silencio con aquella reminiscencia, con aquellos deseos soterrados, vagos, que desde hacía días perduraban mucho más allá del temor que sentía ante la llegada de la noche y… de Román. Mucho más allá, venciendo al razonamiento lógico de desterrarlos de su mente y de su alma, esclavizándola, llevándola en volandas a lomos de la pasión más abominable.

Captó el aliento fétido justo a su lado cuando las garras huesudas retiraron la ropa de la cama. Se sintió muy vulnerable, pero no lloró. No esta vez. Algo se había rebelado contra la despiadada necesidad de huir de aquella situación detestable. Esto se le mostraba ahora con claridad, pero intuía que llevaba días existiendo, si es que era verdad lo que pasaba, porque los sueños son caprichosos. A veces nos revelan con un realismo sobrecogedor las más fantásticas situaciones, incluso las proyectan en el tiempo como si fuera algo que procede del pasado, que ya hemos vivido, que forma parte de nuestro entorno cotidiano. Por eso no gritó. Pero ni siquiera supo si lo hizo solo por eso, o por temor a que él le tapara la boca con sus zarpas odiosas, o… porque en el fondo lo deseaba.

            Al límite entre el horror y el alivio permitió que le desabrochara el sujetador y se lo quitara...

domingo, 5 de junio de 2016

HISTORIAS EN EL PARQUE


 
imagen vía: es.123rf.com
 
...Se trataba de un recinto espacioso, situado junto a los nuevos límites inferiores de la reserva, resguardado del viento predominante y custodiado por la atenta vigilancia de un macizo rocoso que se elevaba con altivez señorial en la solitaria paz de la montaña. Una simple hilera de piedras dispuestas de desigual manera lo rodeaba, creando la impresión de que el lugar tenía fuerza suficiente para cuidar de sí mismo. A modo de entrada, se alzaba un amplio arco de madera, con postes tallados y ataviado con una serie de símbolos y objetos a los que mi condición de profano en la materia otorgó la categoría de tótems indios.

No podría definir, ni de lejos, las formas y colores exactos que tenían estos adornos. Y no era solo porque la luna proporcionaba una luz insuficiente para este tipo de observaciones, también había que

viernes, 27 de mayo de 2016

SONÁMBULO


 
vía: elmundofil
...Una noche oí pasos por el corredor. Yo estaba despierto en aquel instante, porque echaba de menos a mamá y me costaba conciliar el sueño. Me pareció un poco extraño, en verdad, pero no tuve demasiado miedo. No pensé mucho en ello y pronto me quedé dormido.

Pero los paseos nocturnos por el pasillo volvieron a repetirse, incluso acabaron convertidos en una auténtica rutina.

Y yo comencé a inquietarme. Bueno, a decir verdad, estaba muy alarmado. Puede que me defina mejor si digo que estaba muy asustado. ¿Y qué? ¿Hay algo de raro en que un niño de cuatro años se cague de miedo si oye pasos por el corredor? ¡Dios, cuánto miedo tenía! Imaginaba que de un momento a otro vería girar la manivela, y en el umbral de la puerta aparecería el monstruo del castillo o el lobo feroz. Lo vería a pesar de ser de noche, porque la persiana no ajustaba bien y a través de las rendijas penetraba una leve luminiscencia procedente de las farolas de la calle. Y cuando pasaba algún coche y sus faros iluminaban la ventana, aparecían en la pared de enfrente, incluso en la puerta misma, una serie de franjas paralelas, radiantes de luz, que se movían según la trayectoria que siguiera el vehículo.

jueves, 12 de mayo de 2016

LA INVITADA


vía: Youtube.com
La puerta del dormitorio comenzó a abrirse con un crujido prolongado que se extendió con osadía por todos los rincones de la habitación, del mismo modo en que se abren las puertas de las películas de horror.

Eva sintió una punzada de miedo antes de abrir los ojos. Desde que tres días antes llegara a casa de su padre, percibía algo que no le gustaba. Era el entorno, que ella en cierto modo notaba hostil, como si le trajera malos recuerdos, o malos presagios, o alguna otra emoción que no acababa de identificar.

Pero no era este el momento de abordar un tema tan delicado como las sensaciones que le causaba la casa o sus alrededores. La puerta de su habitación se abría. Qué bueno sería que su hija Cristina, que dormía en la habitación de al lado, acabara de sufrir una pesadilla y viniera corriendo a refugiarse en sus brazos. Pero sabía que no era eso lo que ocurría. Cristina la habría llamado. Incluso el sonido de sus pasos atropellados la precedería.

domingo, 8 de mayo de 2016

Del relato: ¿Has visto a Manuela?

Imagen vía: http://29.media.tumblr.com

Por lo que puedo recordar, sería el momento de los postres cuando escuchamos unos golpes en los cristales de la ventana.

—¡Dios mío, es ella! —dijo mi madre apenas en un susurro.

Les miré uno por uno y vi sus rostros blancos como la nieve.

—Están llamando, madre —dije, asombrado por sus reacciones—. ¿Qué es lo que está pasando?

—Es ella —la voz de mi padre, casi inaudible, siseó en el aire como si fuera premonitoria de la peor de las calamidades.

Confundido por aquel extraño comportamiento, me levanté y fui hacia la ventana.

—¡Por lo que más quieras, Pedro, vuélvete! ¿No nos has oído? ¡Es ella!

—¡Estáis todos locos de remate!

Dispuesto a no perder más tiempo con lo que a mí se me antojaba casi un juego de niños, corrí el visillo de la ventana. La estampa que vi inundó mi mente de una abominable comprensión. De no haberla visto frente a mí, jamás lo hubiera creído. ¡Ella estaba allí!, haciendo frente al frío glacial de aquella noche de perros, como nacida de esas horrendas historias que se cuentan al calor del hogar en las largas noches de invierno. Un chal negro colgaba de su cabeza, medio ocultando sus rasgos aniñados, un delantal del mismo color, raído por el uso, y una bata oscura, más antigua que la misma aldea, constituían el resto del atuendo que yo alcanzaba a ver desde el interior de la casa. No me costó ningún esfuerzo imaginarla con unas enaguas blancas, rematadas por una puntilla fina y descolorida.

jueves, 5 de mayo de 2016

La Carretera Infernal

(Imagen vía: www.hastalosjuegos.es)
El poderoso tráiler avanzaba a buena velocidad por la Carretera Nacional 526 en dirección a Orbide. Su rutilante silueta se recortaba con nitidez frente a un cielo vespertino. Un cielo salpicado por infinidad de nubecillas blancas, como copos de algodón deshilachado, adornadas por finos encajes dorados. Parecían flotar en un mar multicolor, donde se sucedían todas las tonalidades del violeta. 

El sol era una media naranja en el confín del horizonte. Parecía aferrarse a un último soplo de vida mientras luchaba contra las garras de la noche, ignorante, tal vez, de que transcurridas unas horas volvería de nuevo a ser dueño y señor del mundo. Pero ahora, en cambio, mientras luchaba con ferocidad por eludir la humillación a la que se veía abocado sin remedio, lanzaba sus últimos y lastimeros rayos, que arrancaban destellos de oro y plata de las lunas y los perfiles cromados.